Con la radiofrecuencia pueden ser tratados diversos inestetismos, típicos del transcurso del tiempo, que modifican la estructura de la piel.
Las arrugas, a menudo, son el primer signo del envejecimiento que se advierte y que a menudo determina la solicitud de intervenciones especializadas.
Sobre el rostro, gracias a programas dedicados a las zonas sensibles, podrán tratarse las llamadas “patas de gallo”, sobre el cuello y el escote podrá reducirse la flacidez y el mismo programa permite ser usado para los brazos, el dorso de las manos, el abdomen, las caderas, el interior de los muslos y los glúteos.
Además podrán ser tratados las cicatrices causadas por el acné, de hecho, la formación de nuevo colágeno podrá ayudar a compensar las cicatrices y permitirá favorecer la regeneración cutánea. En el caso de formas activas de acné, la radiofrecuencia puede contribuir a inhibir la actividad de las glándulas cebáceas y disminuir la untuosidad de la zona tratada.
La radiofrecuencia (RF) puede ser también útil en la cura de las estrías antiguas o recientes, favoreciendo la regeneración. La mejora se produce gracias a la estimulación de los fibroblastos que con la radiofrecuencia estimulan la síntesis de nuevo colágeno.
Este mecanismo puede ayudar a mejorar las cicatrices presentes sobre el cutis reduciendo ampliamente sus dimensiones.
La piel, además, con el avance de la edad pierde elasticidad, pero gracias a la cura mediante ondas de radio se puede estimular la producción de elastina, la proteína constituyente del tejido conectivo que es elástica y permite a muchos tejidos del organismo retomar su forma original tras haber estado sometidas a fuerzas de estiramiento o de contracción (estrías).
Múltiples tratamientos pueden ser efectuados también para la cura de la celulitis y de las adiposidades localizadas.