Sensibilidad particular
Saber en que posición nos encontramos siempre, aún con los ojos cerrados, mejora nuestra capacidad de reaccionar a eventuales estímulos externos tendientes a alterar nuestra posición en el espacio. ¿Pero cómo hace nuestro cuerpo para mantenerse en equilibrio y permanecer erecto? ¿Cómo consigue responder siempre de la mejor manera a la continua solicitación que recibe del mundo externo?
Es una compleja estructura anatómica, que se compone de centros y vías nerviosas y de estructuras, como por ejemplo los músculos, que responden a las órdenes que llegan desde el sistema nervioso. Existe un continuo intercambio de mensajes entre el ambiente externo y aquel otro interno, casi una central telefónica que deriva las informaciones entre los músculos, tendones y sistema nervioso central. Este particular sistema da vida a una sensibilidad especial, que se llama propioceptividad.
La capacidad propioceptiva es una sensibilidad particular, gracias a la cual, el organismo posee la percepción de sí en relación al mundo externo. De hecho, no son sólo la vista, el oído o el tacto a informar como se posiciona el cuerpo en realidad, sino la sensibilidad propioceptiva que permite sentir el movimiento de un brazo o de una pierna aún cuando los ojos están cerrados y consiente al cuerpo de moverse mejor. Tras un trauma (torceduras articulares, por ejemplo) o si se está en una condición psicológica particular, se puede perder tal sensibilidad: la red de comunicaciones entre sistema nervioso central y músculos va en tilt; las respuestas dejan de ser adecuadas. Existen sin embargo ejercicios que logran restaurar o desarrollar la propioceptividad, para otorgar al cuerpo prestaciones siempre más eficientes.
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La propioceptividad es un componente importante de los mecanismos que controlan y estabilizan la postura, o sea la capacidad de mantener una posición del cuerpo y de las extremidades y su orientación en el espacio. Para realizar un movimiento son necesarios continuos ajustes postulares; aún más importantes resultan estos ajustes en las actividades deportivas: la ejecución del gesto técnico requiere modificaciones continuas de la posición del cuerpo, en ausencia de las cuales el atleta no sería en grado de mantener el equilibrio. Lo mismo vale, más banalmente cuando pasa de un apoyo sobre dos pies a un apoyo sobre un pie solo, o cuando se deben subir las escaleras. Cada vez que se coloca en una situación de “desequilibrio”, el sistema nervioso reacciona proporcionando una inmediata respuesta a los “sensores” que lo advierten de la inestabilidad peligrosa. Se activan de inmediato automatismos que “reorganizan” el cuerpo en el espacio. No se trata de respuestas voluntarias, que requerirían un tiempo demasiado largo, sino automatismos inconscientes: existe un “programa” ya predeterminado que el organismo aplica sin esfuerzo.
Un mejoramiento desde el punto de vista de la postura y un nivel propioceptivo se podría alcanzar a través de plataformas vibratorias o gymball.
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LOS PROPIOCEPTORES
Las informaciones son estimadas en el sistema nervioso central por los propioceptores. Estos consisten en estructuras especializadas (presentes en las articulaciones, en los músculos y en el cutis), que envían mensajes, junto a otras estructuras especializadas, como los ojos encargados de mandar información visual, el oído interno que advierte de la situación de equilibrio (informaciones vestibulares), las vísceras sensibles al bienestar y al dolor.
Todas estas informaciones alcanzan el sistema nervioso central, donde es elaborada una respuesta, que inmediatamente es “reenviada” a los músculos, donde se traduce en la ejecución de movimientos poco derrochadores y coordinados.
Cuando se sufre un trauma (por ejemplo la torcedura de un tobillo) se pueden dañar las estructuras anatómicas que contienen los propioceptores. En tal manera se reduce la calidad de las informaciones que aquella zona envía al sistema nervioso central.
LOS CANALES DE PERCEPCIÓN
Algunos perciben el mundo principalmente a través de la vista, otros a través del oído y otros a través del tacto. La realidad es usualmente percibida por el canal predominante, que, en la cultura occidental es la vista, seguida por el oído.
Canal visual = ver
Canal auditivo = sentir
Canal propioceptivo = tocar/sentir el cuerpo
Canal cinético = moverse
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La percepción del cuerpo en el espacio
Usualmente no se advierte la diferencia entre una posición y otra; por ejemplo, se conoce poco la diversidad de las sensaciones percibidas al rotar la cabeza a la derecha o a la izquierda; así como no se posee la conciencia del propio cuerpo y de parte de este en el espacio. Deberíamos aprender, cerrando los ojos, a percibir los estímulos que nos llegan del ambiente externo, volviéndonos conscientes. Aprender a “sentir” la parte del cuerpo que se mueve y advertir el peso, las calorías, su posición en el espacio.
Postura y carácter
El psicólogo Willem Reich, que ha introducido el concepto de “armadura caracterial”, sostenía que el carácter se exprime en las disposiciones postulares, en las posiciones que se asumen y no sólo en las expresiones y comportamientos típicos de la persona.
La armadura caracterial influencia la mirada, el tono de la voz, el ritmo de las palabras. Otro tanto puede hacer con la respiración, provocando rigideces musculares crónicas. Lowen ha perfeccionado el concepto, evidenciando como cada bloqueo emotivo puede comportar un bloqueo en el flujo de energía, obstaculizando respiración y movimiento.
Los “conflictos” se estructuran en el cuerpo bajo forma de tensiones musculares crónicas y como todas las armaduras, también aquella caracterial limita la movilidad y la sensibilidad y a través de una respiración inadecuada, causa un aumento del ansia y de la irritabilidad. El trabajo sobre el cuerpo ayuda a percibir la propia rigidez como limitación a la auto expresión. Para Painter esta “armadura” a menudo impide el florecimiento de las emociones que han sido congeladas, conteniendo energía. Es como si el cuerpo exprimiese un rechazo a crecer y de vivir, a causa de bloqueos del pasado creados para protegerse de experiencias desagradables, pero que persisten como si el peligro fuese aún latente. La gimnasia propioceptiva, con la ayuda de tratamientos psicológicos, ayuda a sacarse esta armadura.